lunes, 29 de octubre de 2007

Sobre la Libertad

Fabrizzio se encontraba sentado en su cama, con la cabeza gacha como si mirase sus sucias abarcas, pensando en Dios sabe que asuntos. Sus manos estaban juntas en seña de oración. Pero el sólo recordaba su modesta casa, rodeada de abiatáceas, y a su adorable hija.

Entró el padre de nueva cuenta a la celda de Fabrizzio con un panfleto de los revolucionarios, parecía algo disgustado y se sentó en la cama frente a él, exhalando rápidamente en lo que caía sobre el mueble. Vio la posición en la que estaba Fabrizzio y sin darle mucha importancia sostuvo el panfleto entre él y el prisionero. Jugueteando con los abalorios de su rosario habló: “¿Qué sabéis de esto?” le cuestionó al prisionero, señalándole al panfleto que incitaba a levantarse en armas contra el rey.

-Que Dios nos ha dado la magna maldición de ver las cosas como son, y quererlas de una manera distinta. Dios nos ha dado para ello la risa y el llanto.- Se levantó y se dirigió a la ventana.

-¿Qué sandeces os estáis diciendo?- le pregunto, con mas curiosidad que irritación.

Haciendo elegantes ademanes con la mano, miró al horizonte por la ventana como abarloaban un buque y dijo: “Risa para evadir la realidad imperturbable en la que nos hayamos los humanos. Llanto para desahogar las penas que llegan al acabársenos la risa.”

-¿A que os referís?-

-El hombre es la única bestia que ríe y llora, pues es la única que percibe la diferencia entre las cosas como son, y como deberían de ser.-

-Dios ha dejado a sus seguidores a cargo de esta Tierra. Es el papa, cabeza de nuestra Santa Iglesia, quien os asegura que tendremos un lugar en el cielo. Y es el rey, imperturbable monarca, quien nos da la seguridad y orden en esta Tierra. Es por ellos que no aberramos en nuestro camino a Dios.-

-Esta tierra tiene una corteza, y esa corteza es la piel Como toda piel tiene enfermedades, la Tierra tiene al hombre. Por hombres como vosotros es que la tierra agoniza de lepra. Yo solo intento curar la ignorancia a esta humanidad, que vuestra Iglesia y vuestro Rey han hundido en un completo letargo mental. Han abismado la cultura en un pozo tan oscuro, abigarrado de mentiras y engaños, que quien tenga el valor y la visión suficiente abjure de su iglesia-

-¿Y como creéis vos que sería el hombre sin un dios en quien creer y un Rey que los comande? El hombre no es más que un animal domesticado por la civilización, pero al caer esta y y al alzarse la anarquía, se muestra el hombre tal y como es.-

-¿Y como creéis vos que es el hombre, santo padre?-

-En su naturaleza, el hombre es como la escoria que encontráis vos aquí entre estas celdas. Cuando el hombre se comporta como animal, hay que encerrarle como tal.-

-Deduzco lógicamente, que si los hombres dentro de las celdas se comportan como animales, entonces ¿soy yo un animal?-

-Es usted una bestia de la razón. Es usted el ave que vuela al frente de la bandada, dirigiendo a las aves. No os podemos permitir que continúe alejando al rebaño de Dios hacia vuestros pastizales envenenados.-

-¿Pero no siempre conducen esas bandadas a lugares cálidos, alejándose del frío septentrión?-

-El infierno también es un cálido lugar al sur, Monsieur Fabrizzio. Y si os dan ganas de entrar en el, seguid el pecaminoso camino que lleváis.-

-¡¿Pecado es abrir las mentes de mi pueblo?! ¡¿Pecado es exigir la justicia y libertad de mi gente!?-

-¡Pecado es blasfemar a Dios y rebelarse al rey! ¡La iglesia es el único camino de salvación y el rey es quien conduce a ella!-

-¡Pues que gran forma de conducir tiene nuestro rey! No sé que esté mas vacío, si nuestros estómagos o nuestros monederos. ¡Mientras el rey y el papa revientan sus cinturones, los parisienses pasan hambre y frío, toda una hecatombe por la negligencia del Primer Estado! ¡Si esta es la senda de la Iglesia, prefiero traer pan e iluminación a mi gente aunque por ello me haya de tragar el infierno!-

-No es iluminación apartar al pueblo de Dios. Vuestro dios es un demonio disfrazado de raciocinio. Es natural que aquellos que se encuentran en desafortunadas condiciones apoyen sus ideas de hacer la guerra por una nación regida por el pueblo. Pero el pueblo, por su condición de incultura, es incapaz de gobernar.-

-¿Y os encerráis a aquellos que intentan traer conocimientos a las mentes del pueblo. Encerráis a pocos que ven a través de la ignorancia y del miedo?-

-Una cosa es la crítica y otra muy distinta la ofensa.-

-¿Consideráis ofensivas mis acusaciones a Dios y al Gobierno?-

-Por algo estáis aquí.-

-Por la injusta censura que aplica vuestro cobarde rey.-

-Por la ignorancia que llena vuestra cabeza de herejes creencias.-

-Es más fácil llenar cabezas vacías con religión.-

-Es más fácil aun hacerlas luchar en lugar de trabajar.

-Trabajarían si hubiese trabajo alguno disponioble.-

-¡Mi trabajo aquí es visitarle hasta que se decida a confesar, y hasta que lo haga, le seguiré visitando!- Se levantó, agitando su hábito y haciendo sonar su rosario. –Hasta mañana monsieur Fabriazzi.-

-Hasta mañana, monsieur Laurent.-

domingo, 28 de octubre de 2007

Sobre el Arte de la Palabra

      Llegó el joven padre a la celda de Fabrizzio. Viole entonces deambulando por la habitación, murmurando palabras y en ocasiones exaltándose al decir otras.
-¿Con que elocuentes demonios hablaros hoy José?
-No hay demonio más grande que el encierro de la palabra en el vacío del aire, padre. Demonio más grande no encontrará en las celdas de este acilo, un Satán más terrorífico no hallará en otros sino en mí.
-Dejaros de tonterías. ¿Vos creéis que sois el diablo mismo? No sois Satanás, sois solo un hombre que sabe escribir.
-Ah! Pero, ¿Cuál más dichoso don se ha engendrado en el demonio, si no el del seductor uso de las palabras? ¿Cuantas guerras e infames holocaustos habéis sido incitados en la gente sólo por la ígnea palabra de un solo hombre?
-Ciertamente, el don mas dichoso es el de la palabra, pero si Satanás, siendo el ser mas cercano a Dios, cayó y es ahora la bestia más bestia, ¿no es entonces el don de la palabra la maldición de la palabra?
-Don y maldición, castigo y bendición. Dos lados de una misma moneda. Y es justamente esa moneda con la que juega Dios a los volados con el Azar: bendito este, bendito aquél. ¿No lo dijo Calvin una vez, que estamos todos predestinados por aquél en lo Alto? Entonces es por gracia del Señor que me encuentro yo aquí, y no bajo su altar rindiendo pomposo homenaje a mi Dios.
-Pero Calvin no tomaba en cuenta, que Dios nos ha dado el Albedrío, y es por nuestra propia decisión que nos condenamos a los fuegos eternos o que alzamos a la luz del Señor.
-Ah entonces alude usted al confuso misterio del Libre Albedrío. Dígame usted entonces, ¿que Ley ha de juzgarme si por la ley de Dios mismo soy libre de escribir cuanto yo quiera?
-Usted esta aquí por blasfemar contra nuestro Señor, y es la Ley de Dios quien lo castiga. Sí, el Libre Albedrío lo deja escribir, pero en tanto que se atenga a las consecuencias que su demoníaco trabajo traiga consigo.
-Cae usted en una repetitiva contradicción mi estimado padre. En tanto que yo soy un hombre de ciencia, y argumento que Dios no existe, mis trabajos son entonces con la inocente intención de entretener a un público. En tanto que si yo me encuentro en ideas erradas, Dios no ha de sentirse ofendido por un trabajo que trae el gozo de sus hijos en páginas indolentes de mal alguno.
-¿Pero porqué reniega de usar su don, o maldición, para educar la moral de la gente, para elevar el arte por las cabezas inmundas de nuestros ciudadanos hacia los altos palacios de Dios? ¿Tal como lo hacen San Agustin, Santo Tomás de Aquino y nuestro Señor Jesucristo, predicando el amor entre los hombre, porqué no sigue usted su ejemplo?
-Mi estimado padre y carcelero, el arte es algo que se encuentra en el fondo de cada alma. No por leer un libro, escuchar una canción u observar una pintura llegará usted a comprenderlas. No es sino por el desarrollo de la razón que el hombre ascenderá al verdadero cielo. Creo padre, que es tiempo de que continúe a la siguiente celda.