Eran
tiempos de un cielo azul, de un sol resplandeciente, y de una suave y
fresca brisa. El alegre murmullo de la ciudad flotaba por la ciudad,
contagiando de alegría a todo aquél que la recibiera. Las bellas
aves canturreaban por ahí sus incesantes pero alegres canciones,
enamorando a los desenamorados y agrandando el amor de los ya
enamorados. Todos los hombres eran fraternales hermanos, y todas las
parejas apasionados amantes.
No
había diferencias, no había problemas de ningún tipo. No había
guerras ni disputas, no había odio ni rencor…
Desde la Mezquita hasta la Iglesia, y desde esta hasta el Templo. Y
era aquí donde yo me encontraba, celebrando la Sagrada Fiesta de
Hanukha. Las velas encendidas iluminaban al rabino y a los fieles. La
alegre tonadilla zumbaba por mis oídos y las caras risueñas de los
niños hacían de este Templo un paraíso en la Tierra.
Las
puertas se abrieron de golpe, sin embargo, concentrado en mí oración
no le preste atención, debía de ser algún aldeano que llegaba
tarde a la fiesta. Mis
ojos continuaban cerrados. Oí como el ambiente se agitaba aún mas,
pero de pronto, el Templo quedo enterrado bajo una capa de tétrico
silencio. Mis ojos continuaban cerrados. Oí unas pesadas botas que
se dirigían al altar, y cuando se acercaron a mí, al punto de que
ya no sabía si estaban frente o detrás de mi, y una fuerte voz que
retumbo por las paredes dijo:
“Jude!
Stan bis, wenn ich mit Ihnen spreche und meine Augen ansehe!
Me
sorprendí de oír a alguien me hablara de esa manera, y al abrir los
ojos, le enseñé a quien me hablaba que no había manera de verlo
directamente a los ojos.
“Verfluchter
blinder Jude” dijo el alemán. Me golpeó en el estomago y me
arrodillé a causa del dolor. En otros tiempos hubiera podido pelear
de vuelta. Pero ahora, viejo y ciego como estaba, me encontraba a la
merced de aquel alemán.
Oí
disparos, pero supe que no habían matado a alguien, sino que estaban
asustándonos para que nadie intentara hacerse el héroe. Esto era un
acto terrorista. Supe que no habría daños mayores, pues el objetivo
de los terroristas no es matar ni destruir, sino inspirar en el débil
corazon humano el terror, el sufrimiento, la agonía.
Voces
de mujeres aterrorizadas, de niños llorando, de hombres luchando, y
de alemanes gritando. Todo esto llenó mi cabeza en un instante.
Sentí como una culata de alguna pistola me impactaba en la nuca,
justo donde el cuello y la cabeza se unen. Rápidamente, el sonido se
difuminó, y quedé inconsciente, en una oscuridad más negra y densa
que la niebla de la ceguera.
Al
despertar, lo primero que sentí fue un frío taladrante en mis
huesos. El dolor de la nuca revivió como el ave fénix en el fuego,
y una gélida humedad invadía mi piel. Por experiencias pasadas supe
que me encontraba en una prisión. Traté de recordar lo que había
pasado antes…
A
las pocas horas de unir los hechos, de suponer y de ponderar, llegué
a una conclusión: El Führer, el Tercer Reich, el Partido
Nacionalista… Habían tomado control de Alemania… Lo curioso es
que no soy judío, sino que me han encarcelado por pensar libremente.
Por amar a negros, homosexuales, y judíos, como lo que son: seres
humanos.