martes, 20 de junio de 2017

La Naturaleza es mujer, Dios es varón.

Aparte del obvio motivo de la naturaleza como creadora de vida, y la mujer como fuente de la vida humana, existe otro ángulo desde el cual plantear esta idea: La selección natural en especies primitivas ocurre casi siempre, o por lo menos para los intereses del concepto cultural de la Madre Naturaleza, de parte de la hembra hacia el macho.

Las hembras eligen al más apto para procrear, lo cual crea una competencia entre machos para alcanzar un nivel jerárquico suficiente para ser elegidos por sobre los otros candidatos. Esto a su vez crea un ideal imitable por parte de los machos, un concepto sobre lo que se debe alcanzar, lo que uno debe ser, o el Padre Cultura. Dios es entonces el Padre Cultura, siendo dios el concepto de lo ideal y perfecto, el Padre Cultura sucede a la naturaleza, pues depende de ella para su supervivencia. Esto crea también un patriarcado animal, donde la clase dominante es aquella que se acerca más a esa imagen ideal, con los eslabones más bajos de la jerarquía venerando dicha imagen. Pero todo con el objetivo de complacer a la Madre Naturaleza y ser elegido por las hembras. La virtud de una sociedad, es la virtud de sus mujeres.

La especie humana, con sus intrincadas complejidades psicológicas, compite aún más que los animales más primitivos. Ya no basta con ser apto en una sola categoría, como el tamaño de las morsas o la fuerza de los gorilas, o los nidos de pingüinos, o los bailes de algunos pájaros. El ser humano tiene que ser apto en una gran variedad de categorías, ninguna superior a las otras: salud, carisma, estabilidad económica, sentido del humor, sentido de la moda, y por su puesto, atractivo físico. De modo que cada persona tiene que aprender a ganar no solo un juego, si no el meta-juego. Cada persona tiene múltiples personalidades que desempeñar en la meta-narrativa de su vida.

Cabe recalcar que los arquetipos de Madre Naturaleza y Padre Cultura son a la vez, positivos y negativos. La naturaleza puede crear tanto como destruir, y la cultura puede educar tanto como puede ser tiránica. El héroe, hijo de ambos, puede ser un villano también. De modo que, haciendo uso de la meta-narrativa del héroe, tiene todo el sentido que el héroe imite al Padre Cultura para después combatirlo cuando sus arcaicas normas sean incompatibles con la Naturaleza siempre cambiante. Este combate solo se puede realizar habiéndose sumergido en el Caos, el inframundo, para repeler lo desconocido pero también para encontrar el potencial de la innovación, y extender el terreno explorado y fértil de la Naturaleza.


Imagen relacionada
Escultura de una virgen ouvrante del sXV.
La Madre Naturaleza lo contiene todo, incluso al Dios masculino.

La naturaleza es mujer, Dios es varón, pero para la supervivencia del Hijo (la sociedad) es necesaria su unión, no su competencia. Ambos complementan al Héroe, ambos son salvados por el Héroe.