Sinécdoque
es un lenguaje figurado donde se representa un todo a partir de una parte de
este. Elaborando un poco, se refiere a una relación donde para un espectador,
una parte representa el todo en cuestión, sin embargo para el otro espectador,
ese todo es solo una parte de su todo.
La elección
de Nueva York como lugar de filmación acierta y hace juego con el título, pues
todo el mundo conoce esta metrópoli. De algún modo, tenemos un concepto total
de lo que es Nueva York, representado por alguna u otra imagen. De esta manera,
formamos una sinécdoque cuando tomamos a Nueva York por Times Square, o Central
Park, o alguno de los distritos como Manhattan o Brooklyn. La sinécdoque es
distinta para cada persona, quizás para un actor Broadway lo sea todo, y para un
policía los barrios bajos de Brooklyn formen el imaginario de su ciudad. No
necesariamente tiene que ser una ubicación, puede ser un evento, como el 9/11
que puso a Nueva York en boca de todos, sin embargo veíamos solamente el World
Trade Center. Del mismo modo, puede ser una persona, una subcultura, o un
puesto callejero de shawarma. Nueva York es la ciudad por excelencia para dar a
entender lo que es sinécdoque, y a partir de esto, tender la referencia para
entender la sinécdoque que es cada personaje tanto en el film, como en la obra
que montan en el film.
Times Square
Traduciendo
este concepto a la semiótica, por sinécdoque entendemos una imagen que para el tipo
antropológico propuesto por Cornelius Castoriadis, representa todo el imaginario,
mientras que esa misma imagen, para otro tipo antropológico, podría incluso no
existir. La sinécdoque se pierde con el choque de los mecanismos pensantes
formulados por Olga Pompa de ambos individuos, al percatarse que ni uno ni otro
conoce lo que es la totalidad de dicha imagen, pues no la han identificado ni
interpretado a través de los códigos sociales ni ideologías del otro. Solo con
el choque de ambos mecanismos pensantes se pueden intercambiar los textos
contenidos en cada uno de los imaginarios, incluyendo los textos-sinécdoque,
los cuales dejarán de ser sinécdoque y serán productos culturales apreciados
por cada parte.
Estos
códigos sociales, la interpretación y la dotación de sentido, como explica
Gilberto Gimenez, son funciones de la cultura, y si entendemos cultura como la
define - , se puede hipotetizar el concepto de la cultura neoyorquina. De modo
que donde hay una cultura neoyorquina, se delimita al individuo citadino que se
considera tal, se configura la identidad de habitante en Nueva York.
Así, esta
sinécdoque-imagen es parte de la totalización de significados sociales que
conforman a cada individuo en cuestión, y en tanto que no se completen las
conexiones entre imaginarios, la sinécdoque seguirá representando una
interpretación limitada de un texto o imaginario, y la semiosfera seguirá
incompleta.
Por una
parte, la sinécdoque puede tomarse como una barrera negativa, o incluso como
interferencia, ya que la parte que el “otro” entiende por todo, comúnmente es
integrada a su mecanismo pensante a través de la cultura popular, reduciendo el
significado o potencia semiótica de ese texto-sinécdoque a un ícono, un signo
cliché que termina perdiendo su función original y se vuelve un fetiche para
los ajenos al imaginario del habitante de Nueva York.
De cierto
modo, cada persona está especializada en el imaginario neoyorquino: cada quien
vive su vida, apurado, egoísta, sin pararse a considerar al otro o a lo que lo
rodea. Esta hiper-especialización fomentada por la sociedad capitalista-consumista
cierra el conocimiento disponible para los ciudadanos, perdiendo de este modo,
el imaginario que se forman sus propios habitantes y convirtiéndolos en
ignorantes de su propia ciudad, lo cual ultimadamente llevaría a la disolución
de la identidad como neoyorquino.
El autismo comunitario
de Antoni Brey evidenciado en las calles de la ciudad
La tóxica
relación entre Cotard y su esposa Adele es un ejemplo de como el hermetismo del
mecanismo pensante resulta en la negación del otro y deviene en una crisis
institucional. Caden, tan absorto (especializado) en su propia vida y por lo
tanto envuelto de sus propios textos, falla al notar el daño que su negatividad
le hace a su esposa, su precaria salud, sus quejidos y malestares amedrentan el
delicado amor que le profesa su pareja. Para Cotard, la sinécdoque de su esposa
fue la causa del divorcio: considerarla su esposa y no una pintora, madre,
incluso bisexual. El ideal que se había formado de Adele no se complementaba
con sus productos culturales, y abrió una brecha entre ambos cuando el
imaginario en Cotard se había disociado tanto de lo real que su esposa se vio
orillada a dejarlo.
La familia Cotard en
terapia matrimonial
Si su propia
tragedia es el imaginario ideologico que controla su vida, su hija es la
representación de su miseria: no se concibe sin la imagen que se ha hecho de
ella y tan terco es su mecanismo pensante que no se da cuenta que el tiempo
puede pasar para su hija, y que esta ha crecido, es hasta capaz de producir
textos originales (el diario de Olivia, su hija) con tal de mantener la justificación de su ideología paternal
fallida.
Entre la
relación de Caden y Sammy podemos observar la absorción del mecanismo pensante
mayor de Caden del mecanismo pensante menor de Sammy. La extraña obsesión que
tiene el actor con el personaje le hace apropiar todos los textos ajenos,
normalizarlos, y por consiguiente, desechar los propios hasta convertirse en un
doble perfecto del director.
Los
problemas obviamente comienzan a aparecer no solo por el intercambio de
personajes en la vida del director, pues esta última deja de ser suya y es
sustituido por Sammy. La persona que es Sammy, la totalización de significados
que lo definen como su tipo antropológico individual se pierde, y lo sustituye
un imaginario inculto de lo que es ser Caden. Digo inculto porque a pesar de
seguirlo y verlo a diario, él no vive ni siente el apego de Caden por los
hechos y personas en su vida, de este modo, obtiene un conocimiento limitado, o
popular, convirtiéndolo en una persona ignorante de lo que es ahora su propia
vida, convirtiéndolo en insignificante, de no ser por la única diferencia que
fue al mismo tiempo su salvación y damnación: Hazel.
El
imaginario de Caden, siendo este una totalización de los textos que lo hacen
ser su propia cultura, y por lo tanto cumple con las funciones de toda cultura.
Habiéndose apropiado de esta cultura, Sammy comprende la realidad como la
comprende su personaje, identificando y definiendo los textos e identidades
dentro de la realidad de Caden, orientando sus propias acciones para apropiarse
y asimilarlas, y por último, justificando sus decisiones bajo el argumento que
trata de apegarse lo más posible al guión proporcionado por el día a día de su
patrón.
El conflicto
decisivo entra cuando absorbe también el afecto de Caden por Hazel, y pasa de
ser un producto cultural en las periferias del espacio semiótico de Caden, a un
texto normalizador en el de Sammy. Caden, incapaz de reconocer la normalización
de este texto en una persona ajena a él, se niega a aceptar que un texto
relegado por él mismo sea normalizado en otra persona, cela entonces el mismo
texto, y la incapacidad de conciliación entre ambos espacios semióticos culmina
con el suicidio de Sammy, que utiliza uno de los textos del pasado de Caden (su
intento de suicidio), y en un acto de sorprendente individualismo cultural, lo
identifica, lo transforma, y comunica: su muerte.
El deceso de
Sammy es la reapropiación de Caden de su propia totalización de significados.
El actor era un producto cultural que justificara la lamentable vida del
director, pero se fio tanto de este que el texto se normalizó y condujo su
vida. Sammy jamás existió en el mundo real, pero en la realidad de Caden era la
ideología de su identidad. En un esfuerzo impresionante por estudiarse y
entenderse, Cotard se disocia de si mismo y termina odiando la imagen que el se
hizo de si mismo, tanto así que lo termina asesinando, es hasta entonces que
entiende que el texto de Sammy sobre de su amor por Hazel no es ajeno si no el
mismo que el suyo, y lo asimila tras años de negación.
Sammy se suicida al ver
a Hazel con Caden
Por el lado
contrario, Ellen era la disociación positiva de Cotard. La identidad de esta
mujer representa todo lo que siempre quiso ser después de que le dejara Adelle:
mujer, servicial, de utilidad a su esposa, cercana a ella. En ella se
representa la totalización de significados que en su realidad son buenas, y su
proceso de sanación se muestra cuando ha destruido la imagen negativa de Sammy
y la imagen positiva de Ellen se convierte en él mismo.
Pintura de Adele donde
Cotard se ve a si mismo como el ideal de su esposa
Ellen y
Sammy son las totalizaciones signicas del imaginario que tiene de si mismo,
solo cuando él decide dejar de regirse por lo que él cree que su esposa
esperaría de él, y se permite amar a Hazel, se libera del imaginario negativo
de si mismo, y permite al positivo convertirse en él. Tan decide dejar pasar el
conflicto con su esposa que asimila el imaginario creado por Marie y lo
representa en el personaje homosexual actuado por esta nueva Caden.
El apredizaje semiótico
de Caden se da en los funerales. Cada vez que alguien muere, se le ocurre una
brillante idea sobre como producir la obra, ya sea en argumento, en dialogo o
en el título. El entendimiento semiosferico se le revela cuando dice “De los 13
millones de habitantes en Nueva York, no hay uno solo que sea un extra”.
Es decir, se da cuenta
de la importancia de cada persona, del mundo que se esconde dentro de cada
mente, de la infinidad de significados y de cómo su limitado imaginario es
incapaz de representar a cada persona sin entender, sin conocer, la historia
más allá de la que tuvieron con él.
Esto le resuelve todos
y cada uno de los problemas en su vida, o mejor dicho se los explica: del mismo
modo que Adelle no era su esposa, Hazel no era su amante, Sammy no era su
actor, Tammy no era Hazel, etc. Cada persona tiene un universo de imaginarios
independientes de la imagen que hemos formado de ellos, y esto consternaba al
director por cuestiones de logística teatral.
El sermón del padre es
la gran revelación, entendida solo cuando deja a su actriz, Millicent Weems,
manejar la obra. “Todos merecen su parte” dice Caden, y con esto reconoce la
infinidad de imaginarios en la infinidad de personas y que uno no puede reducir
a su propia percepción la totalidad de significados que conforman la identidad
de una persona.
El sermón del pastor,
catarsis de Caden Cotard
Sin
duda, el gran tema de Sinécdoque Nueva York es la identidad formada no solo por
cómo nos vemos nosotros mismos, si no como nos ven los demás. La incepción de
personas en personajes de personajes de personajes de personas reales es un
grito de auxilio por la incapacidad de unificar los imaginarios diversos en
cada espacio semiótico. Reconciliar los textos formados por las distintas
personas que nos conocen, y del “yo” que pretendemos conocer entra en conflicto
con las pasiones e ideologías incompatibles.
Es
así, que el director hace uso de los juegos de palabras como pequeños episodios
cómicos que cuando los analizamos, demuestran la barrera entre los mecanismos
pensantes, traduciéndolo a la tipología antropológica, resulta impensable considerarnos
como otra cosa que no sea lo que nosotros creemos que somos, sin embargo, el
film deja a entender que aunque uno se considere a si mismo “yo”, para nuestro
padre somos un hijo, para nuestro hermano un hermano, para nuestro jefe un
empleado, para el taquero un cliente.
La
sinécdoque es la irreconciliación de textos que producimos a la vista de los
demás, y la inhabilidad para comprender que los demás no conocen la totalidad
de significados que conforman nuestra identidad. Más aún, nosotros jamás
conoceremos esta totalidad de significados que nos identifican, solo será así
cuando veamos la interpretación de nuestra persona que tiene todas y cada una de las personas con
las que convivimos.
Con
un preocupante nihilismo fatalista, Caden nos demuestra como pretender abarcar
esta insondable totalidad de significados no resultará en otra cosa que una
vida desperdiciada, una obra estéril que jamás llegara a la escena. Lo mejor que
podemos hacer es vivir ante la inevitabilidad de nuestra mortandad, entendiendo
que no por ser una minúscula parte de la semiósfera, somos insignificantes.
“Soy
significante… dijo la motita de polvo.”