miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sinécdoque Nueva York

Sinécdoque es un lenguaje figurado donde se representa un todo a partir de una parte de este. Elaborando un poco, se refiere a una relación donde para un espectador, una parte representa el todo en cuestión, sin embargo para el otro espectador, ese todo es solo una parte de su todo.

La elección de Nueva York como lugar de filmación acierta y hace juego con el título, pues todo el mundo conoce esta metrópoli. De algún modo, tenemos un concepto total de lo que es Nueva York, representado por alguna u otra imagen. De esta manera, formamos una sinécdoque cuando tomamos a Nueva York por Times Square, o Central Park, o alguno de los distritos como Manhattan o Brooklyn. La sinécdoque es distinta para cada persona, quizás para un actor Broadway lo sea todo, y para un policía los barrios bajos de Brooklyn formen el imaginario de su ciudad. No necesariamente tiene que ser una ubicación, puede ser un evento, como el 9/11 que puso a Nueva York en boca de todos, sin embargo veíamos solamente el World Trade Center. Del mismo modo, puede ser una persona, una subcultura, o un puesto callejero de shawarma. Nueva York es la ciudad por excelencia para dar a entender lo que es sinécdoque, y a partir de esto, tender la referencia para entender la sinécdoque que es cada personaje tanto en el film, como en la obra que montan en el film.

Times Square

Traduciendo este concepto a la semiótica, por sinécdoque entendemos una imagen que para el tipo antropológico propuesto por Cornelius Castoriadis, representa todo el imaginario, mientras que esa misma imagen, para otro tipo antropológico, podría incluso no existir. La sinécdoque se pierde con el choque de los mecanismos pensantes formulados por Olga Pompa de ambos individuos, al percatarse que ni uno ni otro conoce lo que es la totalidad de dicha imagen, pues no la han identificado ni interpretado a través de los códigos sociales ni ideologías del otro. Solo con el choque de ambos mecanismos pensantes se pueden intercambiar los textos contenidos en cada uno de los imaginarios, incluyendo los textos-sinécdoque, los cuales dejarán de ser sinécdoque y serán productos culturales apreciados por cada parte.

Estos códigos sociales, la interpretación y la dotación de sentido, como explica Gilberto Gimenez, son funciones de la cultura, y si entendemos cultura como la define - , se puede hipotetizar el concepto de la cultura neoyorquina. De modo que donde hay una cultura neoyorquina, se delimita al individuo citadino que se considera tal, se configura la identidad de habitante en Nueva York.

Así, esta sinécdoque-imagen es parte de la totalización de significados sociales que conforman a cada individuo en cuestión, y en tanto que no se completen las conexiones entre imaginarios, la sinécdoque seguirá representando una interpretación limitada de un texto o imaginario, y la semiosfera seguirá incompleta.

Por una parte, la sinécdoque puede tomarse como una barrera negativa, o incluso como interferencia, ya que la parte que el “otro” entiende por todo, comúnmente es integrada a su mecanismo pensante a través de la cultura popular, reduciendo el significado o potencia semiótica de ese texto-sinécdoque a un ícono, un signo cliché que termina perdiendo su función original y se vuelve un fetiche para los ajenos al imaginario del habitante de Nueva York.

De cierto modo, cada persona está especializada en el imaginario neoyorquino: cada quien vive su vida, apurado, egoísta, sin pararse a considerar al otro o a lo que lo rodea. Esta hiper-especialización fomentada por la sociedad capitalista-consumista cierra el conocimiento disponible para los ciudadanos, perdiendo de este modo, el imaginario que se forman sus propios habitantes y convirtiéndolos en ignorantes de su propia ciudad, lo cual ultimadamente llevaría a la disolución de la identidad como neoyorquino.

El autismo comunitario de Antoni Brey evidenciado en las calles de la ciudad

La tóxica relación entre Cotard y su esposa Adele es un ejemplo de como el hermetismo del mecanismo pensante resulta en la negación del otro y deviene en una crisis institucional. Caden, tan absorto (especializado) en su propia vida y por lo tanto envuelto de sus propios textos, falla al notar el daño que su negatividad le hace a su esposa, su precaria salud, sus quejidos y malestares amedrentan el delicado amor que le profesa su pareja. Para Cotard, la sinécdoque de su esposa fue la causa del divorcio: considerarla su esposa y no una pintora, madre, incluso bisexual. El ideal que se había formado de Adele no se complementaba con sus productos culturales, y abrió una brecha entre ambos cuando el imaginario en Cotard se había disociado tanto de lo real que su esposa se vio orillada a dejarlo.
La familia Cotard en terapia matrimonial

Si su propia tragedia es el imaginario ideologico que controla su vida, su hija es la representación de su miseria: no se concibe sin la imagen que se ha hecho de ella y tan terco es su mecanismo pensante que no se da cuenta que el tiempo puede pasar para su hija, y que esta ha crecido, es hasta capaz de producir textos originales (el diario de Olivia, su hija) con tal de mantener la justificación de su ideología paternal fallida.

Entre la relación de Caden y Sammy podemos observar la absorción del mecanismo pensante mayor de Caden del mecanismo pensante menor de Sammy. La extraña obsesión que tiene el actor con el personaje le hace apropiar todos los textos ajenos, normalizarlos, y por consiguiente, desechar los propios hasta convertirse en un doble perfecto del director.

Los problemas obviamente comienzan a aparecer no solo por el intercambio de personajes en la vida del director, pues esta última deja de ser suya y es sustituido por Sammy. La persona que es Sammy, la totalización de significados que lo definen como su tipo antropológico individual se pierde, y lo sustituye un imaginario inculto de lo que es ser Caden. Digo inculto porque a pesar de seguirlo y verlo a diario, él no vive ni siente el apego de Caden por los hechos y personas en su vida, de este modo, obtiene un conocimiento limitado, o popular, convirtiéndolo en una persona ignorante de lo que es ahora su propia vida, convirtiéndolo en insignificante, de no ser por la única diferencia que fue al mismo tiempo su salvación y damnación: Hazel.

El imaginario de Caden, siendo este una totalización de los textos que lo hacen ser su propia cultura, y por lo tanto cumple con las funciones de toda cultura. Habiéndose apropiado de esta cultura, Sammy comprende la realidad como la comprende su personaje, identificando y definiendo los textos e identidades dentro de la realidad de Caden, orientando sus propias acciones para apropiarse y asimilarlas, y por último, justificando sus decisiones bajo el argumento que trata de apegarse lo más posible al guión proporcionado por el día a día de su patrón.

El conflicto decisivo entra cuando absorbe también el afecto de Caden por Hazel, y pasa de ser un producto cultural en las periferias del espacio semiótico de Caden, a un texto normalizador en el de Sammy. Caden, incapaz de reconocer la normalización de este texto en una persona ajena a él, se niega a aceptar que un texto relegado por él mismo sea normalizado en otra persona, cela entonces el mismo texto, y la incapacidad de conciliación entre ambos espacios semióticos culmina con el suicidio de Sammy, que utiliza uno de los textos del pasado de Caden (su intento de suicidio), y en un acto de sorprendente individualismo cultural, lo identifica, lo transforma, y comunica: su muerte.

El deceso de Sammy es la reapropiación de Caden de su propia totalización de significados. El actor era un producto cultural que justificara la lamentable vida del director, pero se fio tanto de este que el texto se normalizó y condujo su vida. Sammy jamás existió en el mundo real, pero en la realidad de Caden era la ideología de su identidad. En un esfuerzo impresionante por estudiarse y entenderse, Cotard se disocia de si mismo y termina odiando la imagen que el se hizo de si mismo, tanto así que lo termina asesinando, es hasta entonces que entiende que el texto de Sammy sobre de su amor por Hazel no es ajeno si no el mismo que el suyo, y lo asimila tras años de negación.

Sammy se suicida al ver a Hazel con Caden

Por el lado contrario, Ellen era la disociación positiva de Cotard. La identidad de esta mujer representa todo lo que siempre quiso ser después de que le dejara Adelle: mujer, servicial, de utilidad a su esposa, cercana a ella. En ella se representa la totalización de significados que en su realidad son buenas, y su proceso de sanación se muestra cuando ha destruido la imagen negativa de Sammy y la imagen positiva de Ellen se convierte en él mismo.

Pintura de Adele donde Cotard se ve a si mismo como el ideal de su esposa

Ellen y Sammy son las totalizaciones signicas del imaginario que tiene de si mismo, solo cuando él decide dejar de regirse por lo que él cree que su esposa esperaría de él, y se permite amar a Hazel, se libera del imaginario negativo de si mismo, y permite al positivo convertirse en él. Tan decide dejar pasar el conflicto con su esposa que asimila el imaginario creado por Marie y lo representa en el personaje homosexual actuado por esta nueva Caden.

El apredizaje semiótico de Caden se da en los funerales. Cada vez que alguien muere, se le ocurre una brillante idea sobre como producir la obra, ya sea en argumento, en dialogo o en el título. El entendimiento semiosferico se le revela cuando dice “De los 13 millones de habitantes en Nueva York, no hay uno solo que sea un extra”.

Es decir, se da cuenta de la importancia de cada persona, del mundo que se esconde dentro de cada mente, de la infinidad de significados y de cómo su limitado imaginario es incapaz de representar a cada persona sin entender, sin conocer, la historia más allá de la que tuvieron con él.

Esto le resuelve todos y cada uno de los problemas en su vida, o mejor dicho se los explica: del mismo modo que Adelle no era su esposa, Hazel no era su amante, Sammy no era su actor, Tammy no era Hazel, etc. Cada persona tiene un universo de imaginarios independientes de la imagen que hemos formado de ellos, y esto consternaba al director por cuestiones de logística teatral.

El sermón del padre es la gran revelación, entendida solo cuando deja a su actriz, Millicent Weems, manejar la obra. “Todos merecen su parte” dice Caden, y con esto reconoce la infinidad de imaginarios en la infinidad de personas y que uno no puede reducir a su propia percepción la totalidad de significados que conforman la identidad de una persona.

El sermón del pastor, catarsis de Caden Cotard

Sin duda, el gran tema de Sinécdoque Nueva York es la identidad formada no solo por cómo nos vemos nosotros mismos, si no como nos ven los demás. La incepción de personas en personajes de personajes de personajes de personas reales es un grito de auxilio por la incapacidad de unificar los imaginarios diversos en cada espacio semiótico. Reconciliar los textos formados por las distintas personas que nos conocen, y del “yo” que pretendemos conocer entra en conflicto con las pasiones e ideologías incompatibles.

Es así, que el director hace uso de los juegos de palabras como pequeños episodios cómicos que cuando los analizamos, demuestran la barrera entre los mecanismos pensantes, traduciéndolo a la tipología antropológica, resulta impensable considerarnos como otra cosa que no sea lo que nosotros creemos que somos, sin embargo, el film deja a entender que aunque uno se considere a si mismo “yo”, para nuestro padre somos un hijo, para nuestro hermano un hermano, para nuestro jefe un empleado, para el taquero un cliente.

La sinécdoque es la irreconciliación de textos que producimos a la vista de los demás, y la inhabilidad para comprender que los demás no conocen la totalidad de significados que conforman nuestra identidad. Más aún, nosotros jamás conoceremos esta totalidad de significados que nos identifican, solo será así cuando veamos la interpretación de nuestra persona que  tiene todas y cada una de las personas con las que convivimos.

Con un preocupante nihilismo fatalista, Caden nos demuestra como pretender abarcar esta insondable totalidad de significados no resultará en otra cosa que una vida desperdiciada, una obra estéril que jamás llegara a la escena. Lo mejor que podemos hacer es vivir ante la inevitabilidad de nuestra mortandad, entendiendo que no por ser una minúscula parte de la semiósfera, somos insignificantes.

“Soy significante… dijo la motita de polvo.”

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