miércoles, 4 de junio de 2014

El Origen Divino de la Arquitectura

En el caos primordial ya existe todo, pero nada "es" hasta que se ordena. La tierra no es tierra hasta que se traza su horizonte con el cielo.

Caos Primordial
Con ayuda de Bet (la casa), la Pabra de Dios fue dicha: Bereshit Barah Elohim, "en el principio creó Dios", ya había un principio. Dios no creó en el sentido que hizo aparecer la materia de la nada, simplemente le dio orden y forma. Crear al mundo es realmente darle casa a la Tierra y permitirle "ser".

Bet
Hizo Dios esto con el compás, instrumento divino perteneciente a Dédalo, atribuido al Gran Arquitecto de los masones. Giró y giró infinitamente sobre si mismo, porque todo lo que existe es él, y toda la circunferencia del universo es lo que abarca él mismo. Dios todo lo encompasa.
Compás Divino
Escuadra Mortal
El artista es un maestro del engaño, capaz de crear una mentira en imagen y semejanza de la naturaleza. Tal como Dios creó al hombre. Esto hizo con el espejo, en el mundo de ensueños donde todo proyecto es ideal e inmaculado. Tal como la palabra lo dice, "miró adelante", "pro y ejectó" al hombre en el mundo perfecto, detrás del espejo. 

Procedió entonces a hacernos físicos, permitirnos "ser". Un ente está formado por las partes que lo componen, distinguido del todo por la superficie que lo separa del universo. Una vasta red de conexiones mantienen unidos todos esos elementos que nos conforman, una vasta red de conexiones dan forma al ente y lo separan del mundo. Las conexiones, las lineas, dividen. Nos hacen partir de la tierra, como un bebe parte de su madre.

Solo al momento de materializarnos en el mundano barro se hizo visible nuestro "defecto": la mortalidad. Materiales terrenales destinados a descomponerse. Dios nos miró desde el otro lado del espejo, inmortal, impoluto, y tuvo la piedad de hacernos desconocer nuestra propia muerte. Así como un artista jamás podrá representar en total fidelidad con sus manos, lo que acontece en su mente, el humano esta destinado a siempre ser inferior a Dios, por estár creados de la tierra misma.

Pero entonces el hombre pecó. Eva comió del fruto prohibido, Pandora abrió la caja, Caín mató a Abel y Edipo mató a su padre. La curiosidad de conocer nuestros límites humanos nos hizo encontrarlos, y los dioses nos maldijeron. Nos desterraron a errar por la sinuosa tierra salvaje, llena de curvas sin fin, sin dirección. Sin propósito.


"En un principio aunque tenían visión, nada veían, y, a pesar de que oían, no oían nada, sino que, igual que fantasmas de un sueño, durante su vida dilatada, todo lo iban amasando al azar. 
No conocían las casas de adobes cocidos al sol, ni tampoco el trabajo de la madera (ksulourgian), sino que habitaban bajo la tierra, como las ágiles hormigas en el fondo de grutas sin sol":
(Esquilo, Prometeo encadenado, 448-453)


Dirck van Baburen - Prometheus door Vulcanus geketend.jpg
Prometeo Encadenado
 por Dirck van Baburen
Pero entonces la salvación llegó. Dios le permitió a Caín (el primer asesino, eterno vagabundo) establecerse, y Prometeo le entregó al hombre el Fuego. Con el fuego, los Dioses los veían desde arriba, los reconocieron. La luz delimitó el área segura, separó las sombras del hombre. El fuego era el punto, que era la intersección de esos infinitos diámetros que forman la circunferencia que ofrecía la seguridad de la llama. El punto es el fuego del hogar, el "punto" de reunión de la familia, la sociedad que se protege en cuatro muros, cuatro lineas. Así, el punto es la intersección entre dos lineas, la partición del hombre con la tierra salvaje, la frontera que nos salva de errar eternamente. El altar a Hestia, el fuego, se convirtió en el centro del mundo. El humo de las ofrendas sacrificadas conecta a los hombres con los Dioses.

X, Y, y Z, más que ejes, son el árbol de la vida (axis mundi), la intersección del cielo, el infierno, y las cuatro direcciones cardinales terrenales en las que viaja el hombre. El hombre trazó la linea del fuego con escuadra y levantó sus muros, esa herramienta mortal atribuida a Santo Tomás (A.K.A. Dídimo, el gemelo, el artista, el engaño) que es la unión de cielo, tierra y hombre. La herramienta que es la espada que asesina al enemigo mitológico por excelencia: la Serpiente, aquel dragón que es la curva desordenada del mundo salvaje, inhabitable. La linea abre un surco en ella, separa la vida de la muerte. La traza busca prolongar la efímera vida, busca la inmortalidad.

La arquitectura es la respuesta del hombre al abandono de los dioses. Sólo cuando se abandonó el paraíso, cuando los olímpicos desataron los Males sobre la tierra, solo entonces el Hombre se vio necesitado de encerrarse (en si mismo), de cobijo. Sólo entonces el hombre se vio necesitado de lugares para implorar a los dioses, de lugares para descansar eternamente. Casas, templos y tumbas fueron solo necesarios cuando la Muerte se hizo conocer. La arquitectura fue el medio para vencerla, y con ella, al olvido.

Edificar es enseñar a morir. La casa es el ritual que busca la inmortalidad.

Arquitectura es lo que el arquitecto hace. Arquitecto, de arché (primero, originario), del que se origina todo, y tektoon, el que trabaja los materiales terrenales. El demiurgo, creador de "espacios habitables" (demiurgo de demios "público", demios de demos "pueblo") y  el oikodomos "constructor" (de domos "casa"). Demiurgo viene de la raíz da "dividir" y constructor de dem "construir". Así, un arquitecto es aquel que enseña al pueblo a dividir (trazar) la tierra y construir sobre ella. El arché es aquel que funda la ciudad, la polis. Polis de polus "numerosos", de poleoo "girar", de polo "espacio alrededor de un eje", de plo "llenar". El arquitecto reune a las masas, trazando un circulo sobre su propio eje (como el compás) para trazar lo que será la ciudad, y llenarla con los ciudadanos. Le busca un lugar a su pueblo.

El arquitecto es un maestro del engaño, capaz de crear una mentira de hogar en imagen y semejanza a la inmortalidad de Dios.

El arquitecto crea esa mentira que es alcanzar la inmortalidad. Romper la barrera que nos separa de Dios, y esa mentira es el hogar. En ese sentido, el arquitecto es aquel criminal expulsado del paraíso, rondando el plano en busca de la vida eterna. La arquitectura es su ritual mágico para obtenerla. Y ese ritual es la fundación, el rompimiento de la tierra, la elevación de los materiales mundanos al cielo. Toda obra de arquitectura es una torre de babel. Por eso al arquitectura es una causa perdida. Mortales buscando la inmortalidad a través de ella, jamás la encontrarán, y si la encontraran, la arquitectura se vería desterrada de este mundo.

Bibliografía:



  • Azara, Pedro. (2005). Castillos en el Aire: Mito y Arquitectura en Occidente. Barcelona, España. Editorial Gustavo Gili
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