Si bien el deber profesional del arquitecto es el resolver las necesidades espaciales del cliente, el deber moral nos obliga a extenuar nuestras habilidades proyectuales a nuevos horizontes:
La arquitectura debe ser sustentable no solo ecológicamente, sino económica, social y culturalmente hablando.
Es también, en tanto que se deben resolver las necesidades, tal como un doctor con vocación no se limita a curar, sino a prevenir enfermedades, imperativo PREVENIR dichas necesidades.
La arquitectura por su calidad de arte, es un narcótico estético, y el uso de esta herramienta para solapar las carencias disciplinarias humanas nos hunde en un abismo de comodidad y del menor esfuerzo.
La arquitectura como tecnología debe no reducir el esfuerzo para obtener el mismo producto, sino refinar el proceso para con el máximo esfuerzo, obtener un producto mejor. Esto es, la arquitectura no debe facilitar la convivencia ni la habitación, sino mejorarla.
La arquitectura, por ser arte y tecnología, tiene la OBLIGACIÓN MORAL de producir obras que reflejen la disciplina del artista, su intención y su mensaje. Debe producir obras que perfeccionen la interacción del hombre como criatura social, y revivir la rutina en la que la eficiente automatización ha convertido su vida.
El arquitecto debe no solo resolver una necesidad espacial.
El arquitecto debe crear una obra cuyo carácter y significancia sirva a la sociedad, maximizando la sustentabilidad ecológica y minimizando el impacto económico global.
El arquitecto deje brindarle a la humanidad, una herramienta verde, de introspección, trabajo, crítica y conciencia social.